El amor… no es solo romántico.

Corazones saliendo de un sobre

A veces parece que sólo podemos (o nos dejan) experimentar un tipo de amor, y más en fechas como “San Valentín” donde el amor romántico se extiende por todo lo que vemos cual sirimiri bilbaino.

Me da mucha pena cuando, sin darnos cuenta, reducimos tooodas nuestras posibilidades a un puñado de opciones… Y esto es lo que nos pasa muchas veces cuando pensamos en “el amor”. Pero amor, hay de muchos tipos.

Los griegos, que tenían sus cositas, también tenían a gente muy lista, y distinguían entre varios tipos de amor. 

¿Hola? 

Sí, sí… y si no te lo habías planteado antes, ahora mismo vas a pensar: ¡Es verdad! ¡Vaya tela con los griegos!

Ellos diferenciaban entre storge, o el afecto y el cariño hacia la descendencia; philia, como el sentimiento de amistad o atracción sin connotaciones sexuales; ágape, algo así como la predisposición a cuidar de otras personas de forma “desinteresada”, y… el EROS.

El eros…aquí meteríamos nuestro amor romántico, el fantástico y fugaz enamoramiento durante el cual vivimos enganchados por y para el otro…vamos…que en algún momento de nuestra vida es muy probable que hayamos sido unos yonkis del eros).

Y es que las personas tenemos una necesidad de contacto  tal, que desde que nacemos buscamos desesperadamente el calor de la piel de otra persona para reconfortarnos. Así dicho suena fantástico, ¡qué bonito! Parece que vivamos dentro de una peli de Disney o que acabamos de salir de Woodstock… pero no nos dejemos embriagar por las mieles de eros…porque no es oro todo lo que reluce.

Vale sí, es verdad que el ser humano es social y por tanto necesita de contacto y vinculación con los demás para desarrollarse, pero no debemos confundirlo con una dependencia de otra persona.

¡Por fin te encontré!

Y aquí entra el mito de “la media naranja”. Sí…ese “cuento” que nos contó Platón en su obra “El banquete” (Por si no te habías dado cuenta, hoy esto va de griegos). 

En resumen, Platón nos cuenta que antes los humanos éramos casi perfectos -los griegos tenían una obsesión clara con eso de la perfección que no se trataron a tiempo- así que nuestro aspecto o forma era como la de una esfera. Debe ser que tanta perfección tocó las narices a los Dioses (…porque… ¡a ver que nos estábamos creyendo! ¿Qué éramos Dioses, acaso?!) y decidieron partirnos en dos mitades. Dos mitades, de una naranja…

En este cuento-pesadilla nos meten dos ideas  en la cabeza muy muy chungas: Que ahora no somos perfectos, y que, si queremos serlo, tenemos que buscar a esa mitad  que encaja perfectamente con nosotros y que nos hará mejores. (A mi me parece casi una peli de terror y agonía, ¡pero oye! Tampoco soy capaz de ver pelis de miedo y a mucha gente le encantan).

A fin de cuentas…los cuentos, son como las películas, FICCIÓN…así que ni somos seres imperfectos, ni necesitamos que nuestra pareja, o parejas, sean nuestra imagen en el espejo.

 ¡Disfrutémonos tal y como seamos! sin obsesionarnos por esa perfección que más que convenir…¡molesta! Porque como ya he dicho: El amor…no es solo romántico.

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